EL PAIS

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Se hizo la luz y ahí estaba. Una imagen de Carlos Saura fue lo primero que se vio en la 37ª edición de los Goya. Acompañado, cómo no, de su inseparable cámara. El premio de Honor iba a ser el gran homenaje del cine español al maestro aragonés. Pero el creador falleció a los 91 años, justo un día antes de la ceremonia. Y, entonces, ya no tuvo solo un momento: toda la gala se convirtió en un reconocimiento a su genio. Su recuerdo estuvo ahí antes, durante y después. En los discursos de los ganadores. En su familia, que recogió el galardón. Y en sus propias palabras, a través de la carta que le dictó a su viuda, la actriz Eulalia Ramón, y ella leyó: “Lamento no poder estar con vosotros”. Aplausos. Ovación. Lágrimas.

Difícil recordar un arranque de los Goya más marcado por la emoción y llantos. Sobre el escenario, Ramón y dos de los siete hijos del director, Antonio y Anna, con el cabezón que debió pertenecer a Saura. Frente a ellos, todo el auditorio, también en pie. Los demás, conmovidos en sus sofás ante la pantalla.

Antonio recordó a las cuatro mujeres que marcaron la vida de su padre “y le han impulsado a nuevos caminos”. Y, entonces, Eulalia Ramón, que ha compartido los últimos años junto al cineasta, lanzó el que sería el primer alegato de muchos a lo largo de toda la ceremonia en favor de la sanidad pública: “Se merece que la cuidemos como los profesionales que la trabajan nos cuidan a nosotros”, en una emocionada referencia a las dos sanitarias que han atendido y velado por Saura durante sus últimos días en cuidados paliativos.

A continuación leyó la misiva que su pareja había preparado para esta noche: “Me sentiré satisfecho si todo lo que he hecho ha servido en algo para inspirar a la brillante generación de cineastas actuales”. “He sido muy afortunado, he hecho más de 50 películas, he tenido seis hijos, una hija, una docena de nietos y una bisnieta”, reconocía el director de La caza en un texto breve, donde condensaba su defensa de la creación y la libertad. Y agregaba: “La imaginación es más rápida que la velocidad de la luz”.

En la gala, el cineasta habría podido comprobar que su deseo de inspirar a los creadores del futuro sí se ha cumplido. “Sin duda, se ha ido el último gran director de la historia del cine español”, resumía en la alfombra roja Maribel Verdú, que trabajó con él en Goya en Burdeos. Aunque, en el fondo, la cosecha de películas nominadas a los galardones de este 2023 ya suponía el mayor de los homenajes a Saura: su gala es también la del mejor año del cine español. La calidad como bandera de su despedida, como legado del eterno cineasta a los que vienen detrás. El maestro mostró el camino durante décadas. Resulta que sus discípulos han aprendido, y muy bien.

Y se lo agradecieron, ahí donde estuviera: Rodrigo Sorogoyen, triunfador con As bestas, confesó que el cineasta hasta le ayuda en su día a día, a través de una broma recurrente con su coescritora, Isabel Peña: “Cuando no nos convence un guion nos preguntamos: ‘¿Lo haría Saura?”. “Seguiremos viendo sus películas y aprendiendo una y otra vez”, dijo Peña más tarde, con el Goya al mejor guion original en las manos.

Hasta Juliette Binoche, ganadora del Goya internacional, cerró su discurso con un guiño al mito. “Me gustaría rendir homenaje a un director que conmovió mi mirada de niña pequeña, y esa música que me acompaña desde entonces”, explicó antes de empezar a tararear una melodía de Jeanette que Saura consagró en la historia del cine español, en Cría cuervos. Por qué te vas, cantó Binoche. Y, probablemente, más de uno en su casa.

“Admiro profundamente la libertad creativa que nos enseñó Saura”, aseguró en la alfombra roja Carla Simón, directora de Alcarràs y símbolo de otra noticia para celebrar en el 2022 del cine español: el éxito internacional, algo que encumbró al autor de Ay, Carmela y que ha disparado la fama de la creadora catalana, ganadora del Oso de Oro en la Berlinale. Una de las felicitaciones más tempraneras que recibió aquella noche, por cierto, fue un mensaje de Saura. Le siguió, días después, una carta enviada por el veterano creador, que también triunfó en Berlín en 1981 con Deprisa, deprisa. Cuando vio aquel largo, Penélope Cruz confesó ayer que pensó: “¡Qué pedazo de director!”.

Mientras recordaban a la leyenda, eso sí, muchos ganadores no quisieron olvidarse de celebrar a los médicos y la sanidad pública española, una constante en la mayoría de los discursos que fue in crescendo a lo largo de toda la ceremonia. En la gala de Saura, y de As bestas, resultó probablemente el tercer asunto más mencionado. Tras el alegado de Pedro Almodóvar durante los Premios Feroz, en los Goya hubo varias intervenciones para reivindicar a los héroes que merecían cada tarde un aplauso desde los balcones y hoy se ven obligados en muchos casos a trabajar más y con menos medios. “La salud mental no debería ser un lujo”, denunció la otra presentadora, Clara Lago.

 

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